Decir No a Enójo Pródigo

Homilía para el cuarto domingo de Cuaresma

Alambre de púas en el sendero de los Apalaches

“¿Quién en esta parábola de el hijo pródigo es el más enojado?”  Sin duda, la respuesta es el hijo mayor.  Fue el quien con mas razón era el “más enojado”. Él era el hijo que tenía todo el derecho de todo. Pero a causa de su enójo, fue único en el pueblo que no entro a gozar del banquete.  A causa de su enojo, rechazó la invitación del Padre para reunirse con él en la celebración.

Dios ha preparado un banquete hermoso para ti y para mí. Dios nos recibe con los brazos abiertos. ¿Acaso rechazamos participar en este “banquete de vida, amor y reconciliación” porque estamos enojados?

Si es así, hay dos puntos que sacar de la historia del hijo pródigo y su hermano mayor. El enójo es tanto una elección como una barrera.

Primero, el enójo es una elección. Algunas personas piensan que el enójo es una respuesta automática. Puede ser por un momento, pero al final, cuando una persona permanece enojada, es una elección.

Los tres personajes de la historia eligieron algo diferente. El padre tenía una razón perfectamente justificable para estar enojado.  ¡Su hijo menor tomó la mitad de su herencia y la malgastó tontamente!  Si uno de mis hijos hubiera malgastado mis bienes en una vida de disipación, yo estaría enojado – muy, muy enojado, y probablemente por mucho tiempo – incluso tal vez llevaría mi enójo a la tumba.  Este padre, sin embargo, tenía sólo una preocupación:  el bienestar de su hijo. En lugar de enojarse, buscaba con ojos de amor, día y noche, en el camino vacío fuera de su finca, esperando con paciencia y esperanza, por su hijo. El padre hizo una elección. El padre optó por responder con amor hacia su hijo, no con resentimiento y hostilidad.

El hijo menor también se podría haber enojado. Podría haber culpado la situación desesperada de la sequía, o la mala suerte, o los amigos falsos.  Él podría haber seguido en su vida enojado y,  culpando a otros por su desgracia, nadando en una alberca de excusas, negándose a reconocer su propia culpa y error.  En cambio, el hijo tomó una elección diferente. Eligió aceptar responsabilidad por su situación. Eligió arrepentirse. Eligió regresar a la casa del Padre.

Por último, en la historia, tenemos el hijo mayor. Él decidió quedarse enojado. ¿Qué le ocurrió a él que pudiera justificar su enójo?  ¡Nada!  Él recibió su herencia – el doble de lo que el hijo menor recibió.  También, el padre le dijo: “Todo lo mío es tuyo.”  El hijo mayor ya tenía su hermano.  Así que ¿Por qué estaba tan enojado? Debido a que en su propia mente, el hermano recibió algo que no creía que debería haber recibido. No creía que esto era justo.  El hijo mayor tuvo la oportunidad de elegir, y eligió estar enojado. De los tres personajes de la historia, el pudo haber tenido el menor motivo para estar enojado.  ¿Qué daño habría si el hijo mayor decidiera dar la bienvenida a su hermano como su padre?  Ninguno. ¡Lamentablemente, era demasiado justo para permitir que su hermano se saliera con algo así!

El segundo punto: el enójo es una barrera, una barrera que nos impide entrar al banquete y recibir el amor del Padre. Cuando una persona alberga enójo dentro de sí, es como si se hubiera puesto un candado en el costado de una puerta. Por otro lado está la misericordia y el amor de Dios. Tenemos la llave. La foto cercana fue tomada desde el sendero de los Apalaches y muestra una vista similar de Anger. El alambre de púas en primer plano (enójo) impide que una persona ingrese al valle fértil y las altas montañas más allá.

Todos en el pueblo vinieron a celebrar el retorno del hijo menor, todos menos su hermano enojado.  Su ira farisaica actuó como una barrera. El mismo se impidió entrar a la recepción en la que el padre ofrecía amor, perdón, y reconciliación.  En su enójo se quedó fuera del gran abrazo del padre.

La pregunta para usted y para mí es: ¿Dónde estoy en esta escena? ¿Mantengo mi enojo fuera del gran abrazo de nuestro Padre celestial? ¿Estoy sosteniendo un rencor? ¿Me siento inapreciado? ¿Me enojo, porque la vida es injusta? ¿Estoy obsesionado por una herida de hace mucho tiempo?

Si es así, busquemos una alternativa diferente para aliviar y alejarnos de la ocasión de enojarnos.  Identifiquemos lo que “nos hace enojar ” y hagamos algo al respecto.  Usted puede ser honesto con los demás, que sepan como se siente sin atacar ni ofender. Usted puede ventilar su energía furiosa de una manera saludable: dar un paseo, escribir una carta, luego quemarla y dejar que su enójo se valla con el humo. Usted puede ponerse en el lugar de la otra persona y preguntarse cómo me gustaría ser tratado. O bien, puede calmarse – contar hasta diez, rezar un “Ave María”, imaginar una escena serena.  O antes de actuar sobre su enojo, imaginar que Jesús está a su lado. Estas son sólo algunas alternativas que podemos elegir en lugar de enojarnos. Usted probablemente puede pensar en algunas otras formas, si lo intenta. El punto más importante para usted y para mí es que liberemos los sentimientos que bloquean el amor de nuestro Padre celestial.

La Cuaresma es un tiempo de reconciliación. La Cuaresma es un tiempo para volver al Padre, disfrutar de su amplio abrazo y entrar en la fiesta de salvación. Pero no podemos entrar en esta celebración, si una parte de nosotros está enojada. Si usted se siente amargado, resentido, o enfadado, es hora de dejar que estos sentimientos se vallan.

El Padre tiene una celebración planeada para usted. Usted puede aceptar la invitación, o como el hijo mayor puede esperar de pie en el exterior y ver desde afuera toda la fiesta.  La elección es suya.


El criado dije: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no entró. Lc 15