La Prisión de la Falta de Perdón

Homilía XXIV Domingo Tiempo Ordinario
“Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’” Mt 18:21-35

¿Hay alguien a quien necesites perdonar? Puede ser la persona que te impide tener una buena noche de sueño o la persona que sigue apareciendo como película en tu cabeza. Puede ser la persona que evitas al cruzar la calle o la persona cuyo nombre hace que los músculos de tu estómago se tensen.

Perdonar a los demás es importante para nuestra propia salud y bienestar.
Más concretamente, perdonar a los demás es importante para Dios. El Maestro de la parábola puso a su criado en la cárcel y lo entregó a los verdugos. El Maestro no hizo esto porque el sirviente le debía al Maestro una gran suma de dinero. El Maestro hizo esto porque el sirviente no perdonó a otro sirviente. Este simple hecho muestra, que perdonar a los demás es muy importante para Dios.

Si no perdonas, es como entregarte a los torturadores y sentenciarte a prisión. Yo llamo a esto, La Prisión de la Falta de Perdón. Pasas por las puertas y caminas por el pasillo hasta tu celda. En el camino, escuchas las quejas de todos los demás presos que no perdonan. Cierras la puerta de la celda fuertemente, la puerta te bloquea detrás de las rejas. Allí te sientas y te pudres en tu propia amargura y resentimiento.

¿Por qué estás en La Prisión de la Falta de Perdón? En algún momento, alguien te lastimó, te hizo sentir pequeño o te causó dolor. Alguien podría haber dicho algo que consideraste insultante o detestable. Puede ser una persona que conoces, una figura política en las noticias, un fantasma de tu pasado o algún enemigo imaginario.

En tu celda, revives este dolor y angustia emocional una y otra vez. Te unes al coro de todos los implacables compañeros de celda mientras cantan sus canciones de amargura e indignación.
Detrás de las rejas, tu retorcida imaginación se vuelve loca. Le hace exigencias irrazonables a su agresor: castigos que nunca llegarán o represalias que nunca sucederán.

Los barrotes de La Prisión de la Falta de Perdón también se interponen entre ustedes y sus relaciones saludables. Nadie quiere recibir una llamada de alguien que está en La Prisión de la Falta de Perdón. Nadie quiere escuchar la misma vieja historia una y otra vez.

En La Prisión de la Falta de Perdón, el tiempo no cura todas las heridas. En La Prisión de la Falta de Perdón, no obtienes crédito por el tiempo ya cumplido. Estás ahí de por vida, y tal vez ahí dentro de la vida después de la vida.

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Hay esperanza. Hay una gran diferencia entre La Prisión de la Falta de Perdón y una prisión normal. En La Prisión de la Falta de Perdón, la puerta se abre desde el interior de la celda de la prisión. Tienes la llave. Tienes el poder de liberarte. En el lenguaje bíblico, tienes el poder de atar y el poder de desatar, y eso incluye a ti mismo.

¿Por qué no giras la llave? ¿Por qué no te liberas de este espantoso lugar?
Podrías pensar que, si giras la llave, es como decir que todo lo que pasó estuvo bien o que no te lastimó. Eso no es perdón, eso es negación. El perdón es en realidad una conciencia y una comprensión más profunda de la ofensa.

Podrías pensar que, si giras la llave, es como aceptar que todas las diferencias se han reconciliado. Por el contrario, cuando perdonas a alguien no significa que ahora eres el mejor de los amigos. Cuando perdonas, no tienes que estar en una relación en absoluto.

Podrías pensar que, si giras la llave, se eliminarían los límites que te han mantenido a salvo. Sin embargo, el verdadero perdón genera un mayor respeto por los límites y la protección que el pensar seas un tapete en la puerta.

Cuando giras la llave, estás tomando la decisión consciente de dejarlo ir. El perdón no es un sentimiento. Si estás esperando a sentirte bien o que el dolor desaparezca, es posible que estés te quedes en tu celda por mucho tiempo. El perdón no es condicional. Si estás esperando que la otra persona haga algo, es posible que estés en tu celda por mucho tiempo. El perdón es un acto de voluntad deliberado. Al girar la llave, dejas ir de forma deliberada y consciente los pensamientos de resentimiento, indignación y venganza.

Cuando giras la llave, no solo abres la puerta de la celda, sino que abres el camino para que el poder de Dios entre en tu vida. Dios no puede alcanzar a alguien que se ha encerrado tras las rejas de La Prisión de la Falta de Perdón. Girar la llave y perdonar a otra persona es un gran acto de entrega a la voluntad de Dios y una confianza extrema en que Dios te guiará fuera de estos muros de la prisión.

El verdadero perdón une nuestras acciones con la cruz de Jesucristo, el símbolo preminente de cuánto Dios nos ha perdonado y cuánto necesitamos para perdonar a los demás. Las heridas de Jesús son como portales a través de los cuales la gracia de Dios puede fluir hacia nosotros, dándonos el poder de perdonar a los que nos ofenden.

Aquí está mi secreto para permanecer fuera de La Prisión de la Falta de Perdón. Cuando tengo algun pensamiento desagradable sobre una persona en particular, cuando recuerdo las heridas del pasado, o cuando mi mente comienza a ir a ese lugar oscuro del resentimiento, digo un “Dios te salve María”. Cuando termino con la oración, mi mente se ha movido. A veces, el pensamiento vuelve de inmediato. Repito el proceso. Por lo general, después de una o dos, ya no me torturo al sentirme tras las rejas de La Prisión de la Falta de Perdón.

No te dejes torturar en La Prisión de la Falta de Perdón. Tienes la llave. Abre la puerta de la celda y deja que Dios te guíe hacia una nueva forma de vida.

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