La deuda del amor

Homilía XXIII Domingo de tiempo ordinario
“No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo.” (Rom 13:8)

¿Qué haces si alguien peca contra ti?

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Es una buena pregunta. Para ampliar el contexto, la palabra “pecado” viene de la palabra griega ham-ar-tan’-o que pudiera significar errar, perder la marca, equivocarse, cometer un delito, alejarse del camino.

Tomando esto en cuenta hacemos la pregunta de manera diferente: ¿Qué haces si alguien te entiende mal? ¿Qué haces si alguien comete un delito contra ti? ¿Qué haces si alguien te descuida, te devalúa, te hace sentir pequeño, te causa dolor?


Jesús nos ofrece algunos pasos a seguir. A veces el primer paso es el más difícil y es precisamente a lo que me quiero enfocar hoy: es el poder hablar al respecto con esa persona en privado. En las palabras de Jesús, “Si tu hermano comete un pecado contra ti, ve y amonéstalo a solas.”

Por ejemplo, si tu jefe pierde la cordura, lo mejor es el hablar con él y no con tus compañeros de trabajo. Si tu maestro se equivoca acerca de ti, busca el hablar con tu maestro y no con tus compañeros de clase. Si un amigo te olvida, ve a ese amigo y a solas habla con él y no el hablar de él con todos tus otros amigos. Si tu cónyuge te causa dolor, habla con tu cónyuge, no con tus colegas.

No critiques, o hagas chismes, no seas compulsivo por el enojo. Y definitivamente no lo publiques en Facebook!

Llevar una queja a alguien cara a cara no es fácil. A veces es más fácil y mucho más satisfactorio hablar de ello con alguien más. Sin embargo, Jesús dijo en el evangelio de la semana pasada: “Toma tu cruz y sígueme”. Manejar apropiadamente un dolor que alguien te ha causado es a veces una cruz que tendrás que soportar. Es una herida en tu corazón que necesita ser curada. Es una herida en el cuerpo de Cristo que necesita ser rehabilitada.

¿Cómo nos acercaremos a la persona que se ha equivocado?
San Pablo ofrece algunos consejos. Dice que no le debes a esa persona nada, excepto una cosa: El Amor. Él dice: “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo.”
Con eso en mente, ¿cómo le dices a alguien que estaba equivocado o que de alguna manera te lastimó? Lo haces con gran amor. Según San Pablo incluso, puede considerarse como una deuda que se tiene que pagar a esa persona, pero también a ti mismo y a Dios.
No debes nada a nadie, excepto al amor. El amor es la moneda a través de la cual pagamos nuestras deudas. La deuda más grande que tenemos que pagar es nuestra deuda con Dios.
Hay una realidad más profunda comunicada en esta lectura. El pecado en su definición apropiada es una ofensa contra Dios. Desde la caída de Adán, la humanidad ha pecado repetidamente contra Dios. Nuestro Padre celestial ha sido profundamente herido por nuestro orgullo, arrogancia, ingratitud y egoísmo.
En cierto sentido, la respuesta de Dios fue similar al primer paso que Jesús esbozó en el evangelio. “Ve y dile a esa persona…” Dios hizo precisamente esto enviando a su Hijo
“quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.”
Dios no nos debía algo. Pero porque Dios es amor, Dios respondió con amor. Dios actuó con las palabras de San Pablo en la etapa más grandiosa.
“No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo.”
Dios dio el primer paso hacia la reconciliación. En un amor inimaginable, envió a su Hijo a reconciliarnos, a curarnos, a ayudarnos a comprender que a veces nos hemos alejado del camino. Dios continúa este alcance de amor cada vez que nos alejamos del camino.
Dios nos ha dado un ejemplo. Ámense unos a otros. Cuando un hermano o hermana peca contra ti, responde como Dios, con gran amor. No debemos nada a nadie más que al amor.
Que el Señor te muestre cómo puedes amar a los demás con el gran amor que te ha amado.

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